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ACLARACIÓN. El blogdelviejotopo no está relacionado con la revista El Viejo Topo. Pese a utilizar también la metáfora "viejo topo" en el nombre, el blog es completamente ajeno a la revista, cuya dirección es www.­elviejotopo.­com / Sobre el significado del término "viejo topo" en la tradición marxista, consúltese http://blogdelviejotopo.blogspot.com.es/2013/06/el-termino-viejo-topo-en-la-tradicion.html

sábado, 14 de abril de 2018

Medio Oriente, 1957-1958. La Doctrina Eisenhower reclama otro patio para Norteamérica.


Comentario previo del blog
Coincidiendo con una nueva agresión imperialista de EE.UU. contra Siria, producida en el día de hoy, reactivamos el blog del viejo topo con una entrada que supone una lección histórica acerca del comienzo del intervencionismo de EE.UU. en Oriente Medio tras la II GM. Se trata del capítulo 13 del libro de Blum Asesinando la esperanza. Es un texto especialmente recomendado para quienes desconocen lo que en su momento se conoció como Doctrina Eisenhower, de vital importancia para entender el papel de EE.UU. en la región y que nos muestra además una continuidad en el intervencionismo norteamericano en Oriente Medio, cuyo último capítulo ha tenido lugar hoy 14 de abril de 2018 con el ataque a Siria.
En línea con lo que ya habían sido la Doctrina Truman y la Doctrina Monroe, la nueva Doctriba Eisenhower, aprobada por el Congreso de EE.UU. en 1957, otorgaba al gobierno norteamericano el "derecho" a intervenir militarmente en cualquier país. 
Los hechos narrados por Blum quedan perfectamente sintetizados en el párrafo final. Aunque han pasado más de 60 años, lo referido sigue teniendo plena vigencia. Nos dice Blum acerca de aquella intervención de EE.UU. en la región de Oriente Medio:  
"Se hizo para hacer ver al mundo (...) que EE.UU., tenía un poder prácticamente ilimitado, que este poder podía ser transportado a cualquier rincón del mundo a gran velocidad, que podía y sería utilizado para resolver de manera decisiva cualquier situación con la cual EE.UU. se sintiera insatisfecho por la razón que fuera. Al mismo tiempo era un mensaje a británicos y franceses de que había una sola superpotencia en Occidente y que sus días en la tierra del petróleo estaban contados".
Para el que tenga interés en los capítulos del libro de Blum dedicados a Oriente Medio, os recordamos que hemos reproducido en este blog otros tres capítulos que señalamos a continuación (pulsa sobre los enlaces para acceder):
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Referencia documental
Blum, William: "Medio Oriente 1957-1958. La Doctrina Eisenhower reclama otro patio para Norteamérica", capitulo 13 del libro Asesinando la Esperanza. Intervenciones de la CIA y del Ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, págs. 107-119. Editorial Oriente, Santiago de Cuba (Cuba), 2005. Original en inglés:  Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Common Courage Press, 2004.
Fuente de digitalización y correcciones (cítese si se reproduce, junto con la fuente original en inglés y de la edición cubana): blog del viejo topo.
Negrita, imágenes y pies de foto: blog del viejo topo. La cursiva es del autor.

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Medio Oriente, 1957-1958. La Doctrina Eisenhower reclama otro patio para Norteamérica.
William Blum



El 9 de marzo de 1957 el Congreso de EE.UU. aprobó una resolución presidencial que se hizo conocida como la Doctrina Eisenhower. Este papel, al igual que la Doctrina Truman y la Doctrina Monroe anteriormente, concedía al Gobierno de EE.UU. (por el propio Gobierno de EE.UU.) el destacado y envidiable derecho de intervenir militarmente en otros países. Con un plumazo, el Medio Oriente fue añadido a Europa y al hemisferio occidental como campo de juego norteamericano.

La resolución afirmaba que "EE.UU. considera vital para el interés nacional y la paz mundial la preservación de la independencia y la integridad de las naciones del Medio Oriente”. Sin embargo, durante este mismo periodo, como hemos visto, la CIA iniciaba su operación para derrocar al Gobierno sirio.

La parte relativa a los negocios estaba contenida en la sucinta declaración de que EE.UU. "está preparado para usar fuerzas armadas para auxiliar" a cualquier país del Medio Oriente "que solicite ayuda contra agresión armada por parte de cualquier país controlado por el comunismo internacional". Nada se decía acerca de una agresión no comunista, o anticomunista, que pudiera hacer peligrar la paz mundial.

Wilbur Crane Eveland, el especialista en el Medio Oriente que trabajaba por entonces para la CIA, había estado presente en una reunión en el Departamento de Estado convocada dos meses antes para analizar la resolución. Eveland leyó el borrador que afirmaba que "muchos, si no todos" los estados del Medio Oriente "están conscientes del peligro que emana del comunismo internacional". Más tarde escribió: "Estaba sorprendido. ¿Quién, me preguntaba, había llegado a determinar lo que los árabes consideraban un peligro? El ejército de Israel acababa de invadir a Egipto y ocupaba todavía la península de Sinaí y la franja de Gaza. Y, de no haber sido por la amenaza de Rusia de intervenir en favor de los egipcios, las fuerzas británicas, francesas e israelíes podrían estar asentadas en El Cairo, celebrando la ignominiosa caída de Nasser del poder" (1).

El enfoque simplista y polarizado del mundo implícito en la Doctrina Eisenhower ignoraba no sólo los sentimientos anti-israelíes sino las corrientes de nacionalismo, panarabismo, neutralidad y socialismo prevalecientes en muchos sectores influyentes en el Medio Oriente. Los artífices de la resolución veían sólo un campo de batalla de la Guerra Fría, y al hacerlo, lograban en efecto crear uno.

En abril el rey Hussein de Jordania despidió a su primer ministro, Suleiman Nabulsi, por rumores, al parecer bien fundados, de un golpe contra el rey alentado por Egipto, Siria y palestinos residentes en Jordania. Era el punto de giro en un conflicto en desarrollo entre la política pro occidental de Hussein y las inclinaciones neutrales del régimen de Nabulsi. Éste había anunciado que, en línea con esa política neutral, Jordania desarrollaría relaciones más cercanas con la URSS y aceptaría la ayuda soviética si era ofrecida. Al mismo tiempo, rechazaba la ayuda norteamericana porque, dijo, EE.UU. le había informado que la ayuda económica sería retenida a menos que Jordania "cortara sus lazos con Egipto" y "la aceptación al asentamiento de refugiados palestinos en su territorio"; dicha acusación fue negada por el Departamento de Estado. Nabulsi había añadido el comentario de que "el comunismo no era peligroso para los árabes".

Hussein, a cambio, acusó "al comunismo internacional y sus seguidores" de tener responsabilidad directa en los "esfuerzos por destruir mi país". Cuando se le presionó para que especificara su acusación, se negó a hacerlo.

Cuando estallaron revueltas en varias ciudades jordanas y no se pudo impedir la guerra civil, Hussein se mostró a la altura de la amenaza a su prolongado gobierno: declaró la ley marcial, eliminó del Gobierno y el ejército a todos los que mostraran simpatías por Nasser y la izquierda, y erradicó toda oposición política. Jordania retornó pronto a un estado de calma relativa. Sin embargo, EE.UU. aprovechó la expresión "comunismo internacional" utilizada por Hussein para justificar el envío inmediato de unidades de la Sexta Flota al Mediterráneo oriental —un súper portaaviones, dos cruceros y quince destructores, seguidos en breve por otra variedad de buques y un batallón de marines que desembarcó en Líbano para "prepararse para una posible intervención futura en Jordania" (2).

A pesar de que nada de lo ocurrido tenía la apariencia de "agresión armada por parte de algún país controlado por el comunismo internacional", el Departamento de Estado invitó abiertamente al rey a invocar la Doctrina Eisenhower (3). Pero Hussein, que no había solicitado siquiera ese despliegue de fuerzas, se negó, sabiendo que tal cosa sólo atizaría el fuego ya encendido en la vida política jordana. Sobrevivió sin necesidad de ello.

En algún momento durante este año, la CIA comenzó a entregar pagos anuales secretos al rey, que estuvieron inicialmente en el monto de millones de dólares. La práctica iba a durar veinte años y la Agencia proporcionaría también compañía femenina a Hussein. Como justificación a estos pagos, la Agencia declaró luego que el gobernante jordano permitió a las agencias de inteligencia norteamericanas operar libremente en Jordania. El propio Hussein suministró información a la CIA y distribuyó parte de sus pagos entre otros funcionarios que también aportaron información o cooperaron con la Agencia (4).

*
Pocos meses después, fue Siria la que ocupó el primer plano en el melodrama del "comunismo internacional" de Washington. Los sirios habían establecido relaciones con la URSS para el comercio, ayuda económica, compra de armas y entrenamiento militar. Estados Unidos decidió ver algo siniestro en esto aunque la situación había sido compulsada en buena medida por las acciones de J.F. Dulles, tal como vimos en el capítulo anterior. La antipatía norteamericana hacia Siria alcanzó su cumbre en agosto cuando el Gobierno sirio reveló el complot de la CIA para derrocarlo.

Los funcionarios de Washington y los medios de prensa norteamericanos se acostumbraron con facilidad a referirse a Siria como un "satélite soviético". No se trataba de información objetiva o espontánea. Kennett Love, corresponsal del New York Times en estrecho contacto con la CIA, como vimos en el capítulo de Irán, reveló más tarde algo de este trasfondo:
La Embajada de EE. UU. en Siria se hacía de la vista gorda ante falsos informes emitidos en Washington y Londres a través de canales diplomáticos o de los medios en el sentido de que se estaban desembarcando armas rusas por el puerto sirio de Latakia, que "no más de 123 Migs" habían llegado a Siria y que el teniente coronel Abdel Hameed Sarraj, jefe de la inteligencia siria, los había tomado bajo su control en un golpe de inspiración comunista. Yo viajé por toda Siria sin impedimentos en noviembre y diciembre [de 1956] y encontré que había en efecto "no más de 123 Migs". No había ninguno. Y no había llegado arma rusa alguna en meses. Y no había habido golpe, aunque algunos corresponsales en Beirut, a sólo dos horas en auto de Damasco, estaban despachando informes falsos sin identificar que les eran enviados por visitantes de la Embajada provenientes de Damasco y por un agente itinerante de la CIA que trabajaba bajo la fachada de agente del Tesoro de EE.UU. Sarraj, que era anticomunista, acababa de romper el torpe complot apoyado por británicos, norteamericanos e iraquíes. Siria estaba tranquila, pero preocupada por si la propaganda presagiaba un nuevo golpe de Estado o una invasión apoyada por Occidente (5).
Como para convencer a cualquiera que se mantuviera escéptico, Eisenhower envió un emisario personal, Loy Henderson, en un recorrido por el Medio Oriente. Henderson, como era de esperar, regresó con la conclusión de que "en todos los países del Medio Oriente hay temor de que los soviéticos podrían estar en condiciones de derribar a los regímenes en cada uno de sus países mediante la crisis en Siria" (6). No dio indicación alguna acerca de si los propios sirios consideraban que estaban atravesando una crisis.

Como muestra de cuán artificiales eran las crisis anunciadas por la Casa Blanca, cuán arbitrarios los apocalípticos pronunciamientos acerca de la URSS, analicemos la siguiente afirmación tomada de un memo interno del Departamento de Defensa en junio de 1957, unos dos meses antes de que Henderson viajara al Medio Oriente: "La URSS no ha mostrado intenciones de intervenir directamente en ninguna de las crisis previas del Medio Oriente, y creemos que no es probable que intervengan, de manera directa, para asegurar el éxito de un golpe de izquierda en Siria" (7).

A principios de septiembre, un día después del regreso de Henderson, EE.UU. anunció que la Sexta Flota sería enviada de nuevo al Mediterráneo, y que armas y otros equipos militares serían llevados a toda prisa a Jordania, Líbano, Iraq y Turquía. Pocos días después Arabia Saudita se añadía a la lista. La Unión Soviética respondió enviando cargamentos de armas a Siria, Egipto y Yemen.

El Gobierno sirio acusó a EE.UU. de colocar barcos de guerra cerca de sus costas en “abierto desafío” y declaró que aviones sin identificación habían estado sobrevolando constantemente el área de Latakia durante cuatro días con sus noches, al ser este el puerto por donde arribaban los barcos soviéticos.

Siria también se quejó de que EE.UU. había “incitado” a Turquía a concentrar una cifra estimada de 50.000 soldados en la frontera con su país, y se burló de la explicación de que tales tropas turcas estaban simplemente efectuando maniobras. Eisenhower escribió luego que esas fuerzas estaban en la frontera “listas para actuar” y que EE.UU. había asegurado por entonces a los líderes de Turquía, lraq y Jordania que si ellos “sentían necesario tomar acciones contra la agresión por parte del Gobierno de sirio, EE.UU. se encargaría de entregarles cargamentos de armas ya destinadas a los países del Medio Oriente y, además, cubriría las pérdidas tan rápidamente como fuera posible”. El presidente no advertía contradicción alguna en la idea de que tal acción tendría que ser tomada para rechazar, según sus propias palabras, la “agresión anticipada” de Siria [subrayado aquí del autor], pues de esta forma sería “de naturaleza básicamente defensiva” (8).

El papel norteamericano puede haber sido más activo de lo que sugiere Eisenhower. Uno de sus asesores, Emmet John Hughes, ha escrito acerca de cómo el subsecretario de Estado Christian Herter, que más tarde reemplazaría a un dolido J.F. Dulles como secretario, “revisó en cada amargo detalle [...] algunos torpes intentos norteamericanos recientes de pinchar a las fuerzas turcas para entablar alguna vaga forma de combate con Siria” (9).

Dulles daba la impresión al hablar en público de que EE.UU. estaba ansioso porque alguien invocara la Doctrina Eisenhower, presumiblemente como “justificación” para desarrollar otras acciones contra Siria. Pero no podía ofrecer ninguna explicación sobre cómo esto se haría posible. Sin duda Siria no iba a hacer la solicitud requerida.

La única solución estaba en que Siria atacase a otro país árabe que pidiese entonces la ayuda norteamericana. Este parecía ser el razonamiento detrás de la actividad militar y diplomática dirigida hacia aquel país por EE.UU. Un estudio llevado a cabo por el Pentágono algunos años más tarde concluía que en “la crisis siria de 1957 [...] Washington parec[ía] buscar el uso inicial de la fuerza contra el objetivo” (10). (Subrayado del autor, el objetivo es Siria)

En todo este período, los funcionarios de Washington alternaron entre los esfuerzos por conseguir testimonios de otras naciones árabes de que Siria era en verdad una variante de satélite soviético y una amenaza para la región, y la reafirmación al mundo de que EE.UU. había recibido una gran cantidad de testimonios en tal sentido. Pero Jordania, Iraq y Arabia Saudita negaron sentirse amenazados por Siria. Egipto, el aliado más cercano de Siria, concordó con ellos por supuesto. En el punto culminante de la crisis, el rey Hussein de Jordania se marchó de vacaciones a Europa. El premier iraquí declaró que su Gobierno había llegado a un “completo entendimiento" con Siria, y el rey Saud, de Arabia Saudita, en un mensaje a Eisenhower, dijo que la preocupación norteamericana acerca de Siria era “exagerada” y pidió al presidente “nuevas garantías de que EE.UU. se abstendría de toda interferencia en los asuntos internos de los estados árabes”. Saud añadía que los “esfuerzos por derrocar al régimen sirio sólo harían a los sirios más proclives a la influencia soviética”, una opinión compartida por varios observadores en todos lados.

Al mismo tiempo, el New York Times informaba: “Desde el principio de la crisis acerca del giro de Siria hacia la izquierda, ha habido menos alarma entre sus vecinos árabes que en EE.UU. Diplomáticos extranjeros en el área, incluyendo a muchos norteamericanos, sienten que la agitación causada en Washington no guarda proporción con la causa”.

En un momento dado es posible que Dulles haya llegado a estar influenciado por la falta de apoyo a la tesis norteamericana, pues cuando se le pidió específicamente que “caracterizara cuál es la relación entre los objetivos soviéticos en el área y la parte que Siria les aporta”, sólo pudo responder que “la situación interna en Siria no es enteramente clara y tiene fluctuaciones”. Según dio a entender, Siria no estaba todavía en las garras del comunismo internacional. Al día siguiente Siria, que no deseaba aislarse de Occidente, también moderó su tono al declarar que los barcos de guerra norteamericanos habían estado a quince millas de sus costas y habían continuado “tranquilamente su rumbo” (11).

Parece que durante ese mismo agitado 1957, EE.UU. estaba envuelto en un complot para derrocar a Nasser y su problemático nacionalismo, aunque los detalles son bastante vagos. En enero, cuando el rey Saud y el príncipe coronado iraquí Abdul lllah estaban en Nueva York en Naciones Unidas, se les acercó el director de la ClA Allen Dulles y uno de sus altos ayudantes, Kermit Roosevelt, con ofertas de planes encubiertos de la CIA, así como financiamiento, para derribar al líder egipcio cuyo discurso radical, aunque incipiente, era visto por los reales visitantes como una amenaza a la idea misma de la monarquía. Nasser y otros oficiales del Ejército habían destronado al rey Farouk de Egipto en 1952. Resulta irónico que la ClA y Kermit Roosevelt hayan recibido crédito tradicionalmente por haber intervenido de alguna forma este golpe, algo de lo que no se tiene ninguna certeza (12).

Eveland nos dice que “Abdul lllah insistió en la participación británica en cualquier operación encubierta, pero los sauditas habían cortado relaciones con Gran Bretaña y se negaron. Como resultado, la CIA trató con cada uno de ellos por separado: acordó financiar la parte del rey Saud en una nueva intriga regional para debilitar a Nasser y eliminar su influencia en Siria y, con el mismo objetivo, coordinó en Beirut un grupo de trabajo encubierto compuesto por representantes de los servicios de inteligencia británico, iraquí, jordano y libanés” (13).

La conspiración vuelve a retomarse a mediados de la primavera en la casa de Ghosn Zogby en Beirut. Zogby, de ascendencia libanesa, era el jefe de la estación de la CIA en Beirut. Junto a Kermit Roosevelt, que se hospedaba con él, celebraron varias conferencias con los implicados en el complot. “Sus afanes ‘encubiertos’ eran tan obvios”, continúa diciendo Eveland, “con personal de contacto británico, iraquí, jordano y libanés entrando y saliendo cada noche, que se dice que el embajador egipcio en Beirut estaba recogiendo las apuestas sobre dónde y cuándo tendría lugar el próximo golpe de Estado organizado por EE.UU.” En una de estas reuniones, un miembro del Servicio de Inteligencia Secreta Británico (SIS) informó que habían infiltrado grupos con el propósito de asesinar a Nasser.

Poco después, Eveland supo por un funcionario de la CIA que J. F. Dulles, al igual que su hermano Allen, había orientado a Roosevelt a trabajar con los británicos para hacer caer a Nasser. Roosevelt hablaba ahora en términos de “revolución palaciega” en Egipto (14).

A partir de aquí comenzamos a movemos en aguas revueltas, pues acerca de los hechos que siguieron hay más preguntas que respuestas. Con los seis países antes mencionados, más Turquía e Israel que al parecer se sumaron a la acción, y la falta de total confianza y armonía entre los diversos gobiernos, una maraña de intrigas, subintrigas e intrigas colaterales se produjo en forma inevitable; por momentos se acercaba a una comedia barata, aunque. algunos dirían que era lo normal en la diplomacia del Medio Oriente.

Entre julio de 1957 y octubre de 1958, los gobiernos sirio y egipcio y los medios de prensa anunciaron el descubrimiento de lo que parecían ser al menos ocho conspiraciones diferentes para derrocar a uno u otro régimen, para asesinar a Nasser y evitar la esperada fusión entre los dos países. Arabia Saudita, Iraq y los EE.UU. fueron los mas nombrados entre los conspiradores, pero en la madeja de intrigas que afloró era prácticamente imposible desenredar los hilos que conducían en particular a Estados Unidos. (15)

De manera típica en estas idas y venidas de farsa, parece ser que al menos una de las conspiraciones para_asesinar a Nasser partió de la interpretación dada por los hermanos Dulles al comentario de Eisenhower cuando éste deseó que “el problema Nasser pudiera ser eliminado”, lo que entendieron como una orden de asesinato cuando el presidente se refería en realidad, o asi lo plantea la historia, a mejorar las relaciones entre Egipto y EE.UU. Al darse cuenta del error, el secretario Dulles ordenó cancelar la operación (16). (Tres años después, Allen Dulles volvería a "malinterpretar” un comentario de Eisenhower como una orden de asesinar a Patricio Lumumba en el Congo)

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Los pronunciamientos oficiales norteamericanos durante todo este período hubieran hecho creer al mundo que la URSS era la “eminencia gris” detrás de la lucha en Jordania, la “crisis” en Siria y la intranquilidad general en el Medio Oriente; que el y objetivo soviético era dominar el área mientras que el único propósito de la política norteamericana era rechazar este avance soviético y preservar la “independencia” de las naciones árabes. Sin embargo, en tres ocasiones distintas durante 1957 -en febrero, abril y septiembre- la URSS llamó a una declaración conjunta de las cuatro potencias (EE.UU., URSS, Francia y Gran Bretaña) para renunciar al uso de la fuerza y la interferencia en los asuntos internos de los países del Medio Oriente. El llamamiento soviético de febrero había propuesto de manera adicional un embargo sobre los embarques de armas a la región, retirada de todas las tropas extranjeras, la liquidación de todas las bases foráneas y la celebración de una conferencia para alcanzar un acuerdo general en la región.

La estrategia soviética era obviamente neutralizar el Medio Oriente, eliminar la amenaza que había representado durante largo tiempo el control del petróleo de la región por potencias hostiles, antes Francia y Gran Bretaña, ahora EE.UU., que buscaba llenar el “vacío de poder” causado por el declinar de las dos primeras naciones europeas en el Medio Oriente.

La historia no nos dice cómo habría sido un Medio Oriente libre de manipulaciones de las grandes potencias, pues ni Francia ni Gran Bretaña ni EE.UU. veían con agrado la propuesta soviética, que tampoco pasaba de ser un “bluff”. El New York Times resumió la actitud de las tres naciones occidentales a las dos primeras convocatorias rusas diciendo que habían “devaluado las propuestas soviéticas como esfuerzos para obtener reconocimiento al derecho soviético a tener voz en los asuntos del Oriente Medio. Les dijeron a los rusos que llevaran sus quejas ante las Naciones Unidas”.

Tras la propuesta de septiembre, J. F. Dulles, en respuesta a una pregunta formulada en una conferencia de prensa, dijo que “EE.UU. está escéptico en relación con estos arreglos con la URSS para ‘sacar las manos' [del Medio Oriente]. Lo que quieren realmente es que saquemos nuestras manos para ellos poner las suyas en la mesa”. Al parecer éste fue el único comentario que el Gobierno norteamericano consideró adecuado hacer sobre el asunto (17). Podría ser muy instructivo especular sobre la reacción de las naciones occidentales si la URSS hubiese anunciado una “Doctrina Khruschov” para concederse el mismo rango de acción en el Medio Oriente que se estipulaba en la Doctrina Eisenhower.

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En enero de 1958, Siria y Egipto anunciaron sus planes de unirse para formar una nueva nación: la República Árabe Unida (RAU). La iniciativa de la fusión había venido de Siria, cuyos motivos radicaban en buena medida en el temor a los planes de EE.UU. contra el país. Resultaba irónico que, en el convenio de la fusión, se disolvía el Partido Comunista (en Egipto ya había sido ilegalizado), un objetivo en el que la CIA había fracasado tras año y medio de actividades encubiertas.

Dos semanas antes del surgimiento de la RAU, y en respuesta directa a ello, Iraq y Jordania formaron la Unión Árabe, con EE.UU. actuando como partera. Esta unión se mantuvo poco tiempo, pues un sangriento golpe de Estado derrocó la monarquía en Iraq en julio, y el nuevo régimen estableció una república y renunció en breve al pacto. Las trompetas del Armagedón podían escucharse con claridad una vez más en el Despacho Oval de la Casa Blanca. “Este giro sombrío de los hechos”, escribió Eisenhower en sus memorias, “podía, de no haber una vigorosa respuesta de nuestra parte, llevar a la completa eliminación de la influencia occidental en el Medio Oriente” (18). Aunque el presidente no seria tan torpe como para expresar preocupaciones acerca del petróleo, este ataque de ansiedad se debía probablemente al hecho de que una de las mayores reservas de combustible del mundo se hallaba ahora en manos de un gobierno que podría no ser un aliado tan complaciente como el régimen anterior, un régimen demasiado independiente de Washington. El tiempo de las demostraciones teatrales de fuerza había terminado. Al día siguiente, las fuerzas militares norteamericanas invadieron el Líbano para impedir que el impulso popular de Iraq sirviera para derribar al Gobierno libanés.

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De todos los estados árabes, Líbano era con mucho el aliado más cercano a EE.UU. Era el único que había apoyado con entusiasmo la Doctrina Eisenhower y se había hecho eco, sin ambigüedades, del pánico de Washington acerca de Siria. Para ser más precisos, el presidente del Líbano, Camille Chamoun, y su ministro de Relaciones Exteriores, Charles Malik —un doctor en Filosofía de Harvard—, habían colocado todos los huevos de la Guerra Fría en la cesta norteamericana. Chamoun tenía amplias razones para ser incondicional de EE.UU. La CIA había tenido participación al parecer en su triunfo en las elecciones de 1952 (19), y en 1957 la Agencia le había aportado generosas sumas de dinero para usarlas en apoyo de sus candidatos en las elecciones de junio al Parlamento, a fin de obtener respaldo para sí y, es de presumir, también para la política norteamericana. Igualmente se destinaron fondos para la oposición, a modo de castigo a aquellos candidatos que habían renunciado en protesta por la adhesión de Chamoun a la Doctrina Eisenhower.

Como es costumbre en estas operaciones, la CIA envió a Beirut a un “especialista en elecciones” junto con el dinero para ayudar en la preparación. Los funcionarios en Washington y Líbano procedieron con la convicción, según se comunicaron mutuamente, de que Egipto, Siria y Arabia Saudita también intervendrían financieramente en las elecciones. El embajador estadounidense en Líbano, Donald Heath, argumentaba, al parecer no sin intención irónica, que “con el presidente y la nueva Cámara de diputados apoyando los principios norteamericanos, también tendríamos una demostración de lo que puede lograr la democracia representativa” en el Medio Oriente.

No se conoce hasta qué punto el dinero de EE.UU. ayudó, o siquiera en qué forma se gastó, pero el resultado fue un triunfo tan cómodo para los diputados pro gubernamentales que causó considerables protestas en Líbano, incluida la acusación de que Chamoun había acumulado fuerzas en el Parlamento para enmendar la Constitución que le prohibía postularse nuevamente para otro período de seis años (en 1958) (20).

Hacia fines de abril de 1958 las tensiones en Líbano habían llegado al punto de ebullición. La excesiva orientación pro norteamericana del gobierno de Chamoun y su negativa a desmentir rumores acerca de que buscaría un segundo período, enardecían tanto a los nacionalistas libaneses como a los defensores del nacionalismo árabe que promovía Nasser en todo el Medio Oriente. Se hicieron demandas para que el Gobierno volviese a la estricta neutralidad prescrita en el Pacto Nacional de 1943, en el momento de la declaración de independencia del Líbano de Francia.

Tuvo lugar una erupción de demostraciones populares, explosiones de bombas y choques con la policía y cuando, en mayo, fue asesinado el editor de un periódico antigubernamental, estalló la rebelión armadas en varias partes del país y fueron saqueadas las bibliotecas de la Agencia de Información de EE.UU. en Beirut y Trípoli. Líbano mostraba todos los signos de una guerra civil.

“Detrás de todo estaba nuestra profunda convicción de que los comunistas eran los principales responsables y de que el presidente Chamoun estaba motivado tan solo por un fuerte sentimiento de patriotismo”, escribió Eisenhower. El presidente no aclaró a quiénes, o a qué, se refería al hablar de “comunistas”. Sin embargo, en el párrafo siguiente menciona, sin dar explicaciones, que la URSS estaba “promoviendo problemas” en el Medio Oriente. Y una página más adelante el antiguo soldado expresa que “no había duda en nuestras mentes” en cuanto a las acusaciones de Chamoun de que “Egipto y Siria habían estado instigando la revuelta y armando a los rebeldes” (21).

En medio de los combates, J.F. Dulles anunció que incluso si el comunismo internacional no estaba involucrado, podía aplicarse la Doctrina Eisenhower porque uno de sus acápites señalaba que “la independencia de estos países es esencial para la paz y los intereses nacionales de EE.UU.” “Esto es ciertamente un mandato para hacer algo si consideramos que nuestra paz e intereses vitales están en peligro sea cual sea la procedencia del mismo” (22). De esta forma uno de los autores de la doctrina se otorgó a sí mismo un mandato.

Según todas las fuentes, Egipto y Siria apoyaron la causa de los rebeldes con armas, hombres y dinero, además de exaltadas emisiones radiales desde El Cairo, aunque es difícil establecer el alcance del apoyo material. Un grupo de observadores de la ONU viajó a Líbano en junio a solicitud del ministro de Relaciones Exteriores Malik y reportó no haber encontrado evidencias de intervención significativa por parte de la RAU. Un segundo informe de Naciones Unidas en julio confirmaba esto. Queda abierta la pregunta, sin embargo, de hasta qué grado eran fiables estos informes, pues hay que lidiar con una evaluación muy espinosa y son emitidos por un organismo que trataba de lograr un compromiso de paz. En cualquier caso, el tema en discusión era si el conflicto en Líbano representaba una guerra civil de origen interno legítimo, o si se debía a la acción de los proverbiales "agitadores extranjeros”. El historiador Richard Barnet ha observado sobre este punto:
No hay duda de que el Grupo de Observación minimizó las dimensiones de la participación de la RAU, pero en esencia tenían razón. Nasser estaba tratando de aprovechar la efervescencia política en Líbano, pero no la había creado. Líbano, que siempre había tenido abundantes arsenales y mercados de armas clandestinos, no necesitaba de armas extranjeras para su violencia doméstica. La intervención egipcia no era ni el estímulo ni el sostén principal de la lucha civil. Una vez más un gobierno que había perdido el poder para dirigir de manera efectiva a su pueblo, culpaba de su fracaso a los agentes extranjeros. (23)
Eisenhower —siguiendo sus divagaciones sobre el asunto- escribió que ahora parecía que Nasser “estaría feliz de poner fin a la lucha y contactó a nuestro gobierno y ofreció intentar usar su influencia para terminar el conflicto” (24).

Camille Chamoun había sacrificado la independencia y neutralidad libanesas en el altar de sus ambiciones personales y de la enorme ayuda norteamericana derivada de su adhesión a la Doctrina Eisenhower. Los musulmanes libaneses, que abarcaban a la mayoría de la oposición, estaban también irritados porque el presidente cristiano había colocado una vez más al país fuera de la corriente principal del mundo árabe, tal como había hecho en 1956 cuando se negó a romper relaciones con Francia y Gran Bretaña ante su invasión a Egipto. El propio Chamoun había admitido la significación de su alineamiento con EE.UU. en un revelador comentario a Wilbur Crane Eveland. Éste escribió que a fines de abril “yo había sugerido que podía aflojar las tensiones si declaraba que no iba a reelegirse. Chamoun resopló y me recomendó mirar al calendario: hacía un mes que había pasado el 23 de marzo y ninguna enmienda podía ser aprobada legalmente después de esa fecha. Obviamente, como señaló, el tema de la presidencia no era el decisivo, lo que deseaban sus oponentes era la renuncia a la Doctrina Eisenhower” (25).

En lugar de renunciar a la doctrina, Chamoun la invocó. Aunque todavía se llevaban a cabo combates intensos en forma dispersa en Líbano, fue el golpe del 14 de julio en Iraq lo que inclinó la balanza en favor de la solicitud formal de asistencia militar de Chamoun inmediatamente respondida por EE.UU. Un informe de la CIA acerca de un complot para asesinar al rey Hussein en esos mismos días elevó todavía más la aparentemente interminable ansiedad de Washington acerca del Medio Oriente.

Para entonces Chamoun había ya anunciado su intención de abandonar el poder cuando terminara su período en septiembre. Le preocupaba ahora que las fuerzas norteamericanas lo ayudasen a mantenerse vivo hasta entonces y que enfrentarán a los rebeldes. Durante los dos meses anteriores, el temor de ser asesinado lo había mantenido encerrado en el palacio presidencial, sin acercarse siquiera a las ventanas. El asesinato del rey iraquí y su primer ministro durante el golpe de Estado no contribuyó a hacerlo sentir menos inseguro.

La Doctrina Eisenhower fue puesta en acción no sólo ante la extendida oposición a ella dentro de Líbano, sino desatendiendo el hecho de que, incluso en los mismos ambiguos términos en que fue formulada, la situación del país no se ajustaba a ella: no había manera de alegar que Líbano había sufrido “agresión armada por parte de algún país controlado por el comunismo internacional”. Si se necesitaba más evidencias de esto, fue aportada por el experimentado diplomático Robert Murphy, enviado a Líbano por Eisenhower pocos días después de que las tropas estadounidenses hubieran desembarcado. Murphy llegó a la conclusión, y así lo escribió más tarde, de que “el comunismo no había tomado parte sustancial ni directa en la insurrección” (26).

Sin embargo, Eisenhower pudo plantear que el Gobierno norteamericano “actuaba de acuerdo con lo previsto en la Resolución sobre el Medio Oriente [Doctrina Eisenhówer], pero si el conflicto se extendía hacia algo no abarcado por la Resolución, yo podría, en un tiempo dado, pedir autorización adicional al Congreso” (27). Al parecer el presidente no concedió mucho peso al hecho de que J.F. Dulles hubiese ya esclarecido que la Resolución no fijaba limite alguno.

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Fue así que las tropas norteamericanas fueron enviadas a Líbano. Cerca de setenta barcos y cientos de aviones tomaron parte en la operación, muertos permanecieron para hacer visible la presencia norteamericana. Hacia el 25 de julio, las fuerzas de EE.UU. en tierra totalizaban más de 10.600 efectivos. Para el 13 de agosto su úmero llegaba a 14.000 y superaba al ejército y gendarmería libanesas combinadas (28).

“En mi discurso [por radio y televisión] tuve el cuidado de utilizar el término ‘estacionadas en’ Líbano, en lugar de ‘invasoras’ ” (29), escribió Eisenhower. Esta distinción no representaba nada para muchos libaneses de todas las clases sociales, tanto entre los partidarios de los rebeldes como entre los del gobierno; incluso unidades de tanques gubernamentales habían estado dispuestas a bloquear la entrada a Beirut de los soldados norteamericanos y sólo la intervención de último minuto en el lugar del embajador estadounidense pudo evitar un choque armado (30).

En una reunión entre Robert Murphy y el comandante en jefe libanés, general Faud Chehab -relatada por Eveland, quien recibió los informes de Murphy—, el diplomático norteamericano fue advertido de que el pueblo libanés estaba “intranquilo, resentido y decidido a que Chamoun debía renunciar y las tropas norteamericanas retirarse de inmediato. De otro modo el general no podía responder por las consecuencias. Durante quince años sus oficiales habían actuado a su espalda, ahora temía que pudieran rebelarse y atacar a los soldados norteamericanos”. Murphy había escuchado con paciencia, sigue contando Eveland, y luego:
Condujo al general a una ventana que daba al mar. Señalándole el portaaviones Saratoga, anclado en el horizonte, el enviado del presidente le explicó tranquilamente que uno solo de los aviones que transportaba, cargado con bombas nucleares, podía desaparecer Beirut y sus alrededores de la faz de la tierra. A esto añadió Murphy con rapidez que había sido enviado para asegurarse de que no sería necesario que los soldados norteamericanos disparasen un tiro. Shehab [Chehab] de seguro se encargaría de que no hubiera provocaciones por la parte libanesa. Eso terminó la conversación, me dijo Murphy. Al parecer el general había “recuperado el control” de sus tropas. (31)
Ninguno de los participantes parece haber considerado la suerte que hubieran corrido ni siquiera los miles de militares norteamericanos ya desembarcados en un Beirut borrado de la faz de la tierra.

La guerra civil en Líbano aumentó su intensidad en las dos semanas siguientes a la intervención norteamericana. Durante este período los transmisores de la CIA en Oriente Medio estaban ocupados en emitir propaganda, disimulando su origen, una táctica empleada por la agencia con frecuencia. En una de las transmisiones sobre la cual se tiene información, el objetivo aparente era derivar los sentimientos antinorteamericanos hacia la URSS y otros blancos. Pero los residentes del Medio Oriente no era los únicos en recibir esta transmisión espuria pues fue recogida por la prensa norteamericana y traspasada a un público estadounidense inconsciente de lo que sucedía; esto fue lo que apareció en los periódicos de Estados Unidos:
Beirut, julio 23 (UPI) - Una segunda estación árabe de radio misteriosa salió al aire ayer identificándose como “Voz de la Justicia” y alegó transmitir desde Siria. Su programa escuchado aquí consistía en amargas críticas contra la Rusia soviética y el premier soviético Khruschov. En horas más tempranas, la “Voz de Iraq” salió al aire con ataques contra el gobierno revolucionario iraquí. La “Voz de la Justicia” llamó a Khruschov el “verdugo de Hungria” y alertó a los pueblos del Medio Oriente que sufrirían la misma suerte que los húngaros si los rusos ponían un pie en la región. (32)
El 31 de julio la Cámara de Diputados eligió con rapidez al general Chehab para sustituir a Chamoun como presidente en septiembre, un hecho que puso pronto un alto a los combates y marcó el principio del fin del conflicto que, en el análisis posterior, parece haber sido más una protesta violenta que una verdadera guerra civil. La tensión disminuyó más cuando EE.UU. anunció poco después su intención de retirar un batallón de marines como preludio de una retirada general. Las últimas tropas norteamericanas abandonaron Líbano a fines de octubre sin haber disparado. ¿Qué se consiguió con su presencia? Los autores del estudio del Pentágono al que hicimos referencia plantean: “Una evaluación equilibrada del comportamiento de EE.UU. en la crisis libanesa se hace difícil por la sospecha de que los resultados habrían sido muy parecidos si EE.UU. no hubiera hecho nada. lncluso Eisenhower expresó dudas al respecto”. (33)

*

La intervención norteamericana contra el nuevo Gobierno de Iraq fue más encubierta. Un plan secreto de invasión conjunta EE.UU.-Turquía, con el nombre en clave Operación Cañón-Hueso, fue elaborado por el Estado Mayor Conjunto de EE.UU. poco después del golpe en 1958. Según informes, sólo las amenazas soviéticas de intervenir en favor de Iraq obligaron a Washington a suspenderlo, pero en 1960 EE.UU. comenzó a financiar a los guerrilleros kurdos en Iraq, quienes luchaban por obtener la autonomía. (34)

Al mismo tiempo los iraquíes, bajo el general de brigada Abdul Karim Kassem, comenzaron a trabajar en la creación de una organización internacional que contrarrestara el poder de los monopolios petroleros occidentales. Así iba a surgir la OPEP, que no fue recibida con júbilo en ciertos sectores occidentales. En febrero de 1960, la División del Cercano Oriente de los servicios clandestinos de la CIA solicitó que la Agencia encontrara un modo de “incapacitar” a Kassem por su “promoción de los intereses políticos del bloque soviético en Iraq”. La división contestó: “No buscamos de manera consciente una retirada permanente del sujeto de la escena. Tampoco objetamos en caso de que esta complicación se desarrolle”. La CIA envió a Kassem un pañuelo con monograma que contenía un “agente incapacitador”. Si el lider iraquí lo recibió, es obvio que no le causó Ia muerte. Eso se dejó a sus compatriotas, quienes se encargaron de ejecutarlo tres años después. (35)

*

La significación de la intervención libanesa, al igual que de las exhibiciones de fuerza utilizadas en relación con Jordania y Siria, fueron más allá de sus resultados inmediatos. En el período antes y después de la intervención, Eisenhower, Dulles y otros funcionarios de Washington ofrecieron diferentes justificaciones para la acción militar en Líbano: la protección de vidas de norteamericanos; de las propiedades estadounidenses; la Doctrina Eisenhower, con diversas interpretaciones; la defensa de la soberanía, integridad, independencia, etc... libanesas; los intereses nacionales de EE.UU.; la paz mundial; autodefensa colectiva; justicia; derecho internacional; la ley y el orden; combatir el “nasserismo”; la necesidad de “hacer algo”... (36)

Al resumir el asunto en sus memorias, Eisenhower parece haberse inclinado por un razonamiento en particular, que es probablemente el más cercano a la verdad. Se hizo para hacer ver al mundo —y sobre todo a la URSS y Nasser- que EE.UU., tenía un poder prácticamente ilimitado, que este poder podía ser transportado a cualquier rincón del mundo a gran velocidad, que podía y sería utilizado para resolver de manera decisiva cualquier situación con la cual EE.UU. se sintiera insatisfecho por la razón que fuera (37). Al mismo tiempo era un mensaje a británicos y franceses de que había una sola superpotencia en Occidente y que sus días en la tierra del petróleo estaban contados. 

William Blum 
Cap. 13 de Asesinando la esperanza

Notas
[Pendientes de ser añadidas]




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Índice del libro
(Los capítulos con hipevínculo están publicados en el blog; pulsa sobre ellos para acceder al contenido)

6. Albania 1949-1953: el correcto espía inglés.
7. Europa del Este 1948-1956: operación factor fragmentante.
10. Guatemala 1953-1954. Con el mundo por testigo.
11. Costa Rica. Mediados de los 50. Tratando de derribar a un aliado. Parte I.
13. Medio Oriente 1957-1958. La Doctrina Eisenhower reclama otro patio para Norteamérica.
16. Guayana Británica 1953-l964. La mafia sindical internacional de la CIA.
20. Camboya 1955-1973. El príncipe Sihanouk camina en al cuerda floja de la neutralidad. (Próximamente en el blog)
21. Laos 1957-1973. L’Armée Clandestine(Próximamente en el blog)
22. Haítí 1959-1963. Los marines desembarcan de nuevo.
23. Guatemala 1960. Un buen golpe merece otro.
24. Francia-Argelia. Años 60. L’état, c’est la CIA (El Estado es al CIA).
26. El Congo 1960-1964. El asesinato de Patricio Lumumba.
27. Brasil 1961-1964. Presentando el maravilloso mundo de los Escuadrones de la Muerte.
28. Perú 1960-1965. Fort Bragg se traslada a al selva.
29. República Dominicana 1960-1966. Deshacerse de la democracia para salvarla del comunismo.
32. Ghana 1966. Kwane Nkrumah se sale de la línea.
33. Uruguay 1964-1970. Tortura, tan norteamericana como el pastel de manzana.
36. Bolivia 1964-l975. Tras la huella del Che Guevara en la tierra del coup d´état.
37. Guatemala. 1962 hasta los 80. Una “solución final” menos publicada.
38. Costa Rica 1970-1971. Tratando de derribar a un aliado, parte II.
39. lraq 1972-1975. Las acciones encubiertas no deben ser confundidas con trabajo de misioneros.
40. Australia 1973-1975. Otra elección libre que muerde el polvo.
41. Angola. 1975 hasta los años 80. El juego de póker de las grandes potencias.
42. Zaire 1975-1978. Mobutu y la CIA, un matrimonio hecho en el cielo.
43. Jamaica 1976-1980. El ultimátum de Kissinger.
46. Marruecos 1983. Una jugada sucia con vídeo.
47. Surinam 1982-1984. Una vez más el famoso cubano.
48. Libia 1981-1989. Ronald Reagan encuentra la horma de su zapato.
50. Panamá 1969-1991. Traicionando a nuestro suministrador de drogas.
52. Iraq 1990-1991. El holocausto del desierto.
54. El Salvador 1980-1994. Derechos humanos al estilo de Washington.
55. Haití 1986-1994. ¿Quién me librará de este cura revoltoso?
Notas 
Anexo 1. Así es como circula el dinero.